Otra cosa*

José Israel Carranza**

Recepción: 14 de octubre de 2024

* Reseña del libro de María Gainza, El nervio óptico, Anagrama, Barcelona, 2017.

** Ensayista, narrador, editor y periodista. Es profesor de literatura en el iteso, editor de la revista Magis, del iteso, y editorialista del diario Mural. Su libro más reciente es la novela Tromsø (Malpaso, Barcelona, 2018).

Sí: hay hechos y datos que, al traslucirse detrás de las historias que aquí se cuentan y de los cuadros que aquí se describen, hacen pensar en un ejercicio autobiográfico —aparentemente reticente, retraído, cosa que imprime verosimilitud a los pasajes entrevistos de esa vida y, sobre todo, refuerza el deseo de que sean verdad—. La narradora, de creer en esos hechos y esos datos, sería una mujer aún joven, dedicada a la crítica de arte y proveniente de una familia cuyo abolengo fue desgastando el roce con la realidad argentina, si bien su madre preserva la amargura o el rencor causados por imaginar que esa decadencia es ilusoria. Niña o adolescente, o a punto de ser ella misma madre, o mientras busca abrirse camino en el mundo de las galerías y los coleccionistas, por lo general sola aunque esté con una amiga o con el marido o con sus recuerdos, la mujer cuyas circunstancias advertimos mientras la vemos mirar cuadros dice lo suficiente acerca de sí misma como para satisfacer nuestras dudas más elementales, y se ocupa más bien de lo que verdaderamente importa. Llama la atención, por esto, que, en general, la recepción de El nervio óptico haya hecho énfasis en su carácter autobiográfico, dando primacía a las vivencias y desoyendo lo que la propia narradora advierte ya en el cierre de la primera de las once historias: “…supongo que siempre es así: uno escribe algo para contar otra cosa”.1

Otra cosa. La exacerbación de la individualidad en las sociedades contemporáneas ha tenido el nocivo efecto, en literatura, de saturar la ficción con una sobreexplotación del yo que es fuente inagotable de tedio. Entre el narcisismo irreprimible y la consecuente desatención a las posibilidades de la invención literaria como vía óptima de comprensión de la realidad colectiva, la llamada autoficción se ha enseñoreado en la novela y el ensayo, y el resultado —en especial en el panorama latinoamericano— es una multitud de voces que hablan, ante todo, para escucharse a sí mismas, en buena medida desentendidas de plantearse si aquello que dicen es susceptible de identificarse como arte. Excepcional y felizmente, la voz de María Gainza está lejos de semejante ensimismamiento. Como ha expresado en una entrevista reciente: “Cuando escribí El nervio óptico no estaba al tanto de la existencia del término autoficción. Después me dijeron que así se llamaba lo que hacía, y si te soy sincera, me pareció raro, porque lo había visto hacer desde el Tristram Shandy en adelante”.2

Lo que le interesaba, entonces, era esa otra cosa: el sostenido empeño en detectar, mientras va contando, las ocasiones de revelación que surte la experiencia de contemplación y asimilación de las pinturas que van conformando una colección personalísima, así como los modos en que esas pinturas se imbrican con lo vivido y le dan sentido. Un ejemplo: en “Ser ‘rapper’”, la narradora descubre en un museo el cuadro La niña sentada, de Augusto Schiavoni, y la cautiva el asombroso parecido que guarda con la imagen de ella misma a los once años:

A esa altura, ya había quedado abducida por el cuadro, completamente aislada del mundo, como si alguien hubiera tapado con brochazos de pintura negra todas las figuras a mi alrededor. Éramos ella y yo. La seducción de reconocerme fue clave, no voy a negarlo, esa chica me provocaba infinitos sobornos de ternura, quería correr a abrazarla [...] ¿no son todas las buenas obras pequeños espejos? ¿Acaso una buena obra no transforma la pregunta «qué está pasando» en «qué me está pasando»?3

Gainza escribe guiada por la determinación de que su prosa impresione la sensibilidad de sus lectores de la misma forma en que una pintura lo hace con quien se adentra en ella: mostrando, pero sobre todo sugiriendo. “A veces me preocupa [sic] de mis textos atributos que son propios de la plástica: la textura, la luminosidad, los llenos, los vacíos”,4 ha dicho. Así, en las once historias de este libro hay una voluntad poética gracias a la cual lo leído se vuelve de inmediato memorable y, al mismo tiempo, inacabable: uno experimenta la necesidad de regresar a ver de nuevo, y entiende entonces algo que había pasado inadvertido. Pero hay, además, una incesante inteligencia del mundo que se desprende de lo que las palabras o los trazos consiguen, y en ello radica, acaso, como ocurre con todo auténtico artista, la originalidad innegable de esta voz y de esta mirada. (Al recordar el impulso del que nació El nervio óptico la autora ha hablado de una cierta impunidad: escribir sin otro fin que decir lo que tenía que decir). Entre otras certezas que obsequia esa inteligencia está el hecho de que el arte ayuda a comprenderlo todo, pero también conduce a admitir que nada podremos jamás comprender. Y que da lo mismo.

Oscar Wilde afirmaba que la mejor prueba de que un libro vale la pena ocurre cuando uno siente el deseo de volver a leerlo incluso antes de terminar la primera lectura. Es el caso. A años luz de tantas soporíferas excavaciones en sí mismos que tantos autores producen hoy en día, es de agradecerse el encuentro con una narradora que declara: “Uno habla de sí mismo todo el tiempo, uno habla tanto que termina por odiarse”.5

  1. 1. María Gainza, El nervio óptico, p. 20.

  2. 2. Marta Ailouti, “María Gainza, escritora: ‘Si lo mío es autoficción, espero que sea de la buena’” en El Español – Diario digital, plural, libre, indomable, tuyo, El León de El Español Publicaciones, 22 de junio de 2024, https://www.elespanol.com/el-cultural/letras/20240622/maria-gainza-escritora-autoficcion-espero-buena/863913985_0.html Consultado 19/x/2024.

  3. 3. María Gainza, El nervio óptico, p. 124.

  4. 4. Cristian Cruzat, “Entrevista. María Gainza” en Cuadernos Hispanoamericanos, Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, 1 de julio de 2024, https://cuadernoshispanoamericanos.com/maria-gainza/ Consultado 19/x/2024.

  5. 5. María Gainza, El nervio óptico, p. 136.