El argumento contra el lenguaje privado
Abril Lucía Martínez Ramírez
Resumen: En este trabajo expondré de manera general los principales argumentos que Wittgenstein ofrece en sus Investigaciones filosóficas en contra de la existencia del lenguaje privado. La tesis de Wittgenstein es, en primer lugar, que no es posible que exista un lenguaje privado porque no se pueden nombrar los datos sensoriales. En segundo lugar, Wittgenstein sostiene que el mundo interior de la conciencia no es relevante para el lenguaje común. En razón de esto, Wittgenstein intenta demostrar que aun suponiendo que pudiera existir un lenguaje privado, no podríamos explicar el paso de lo privado a lo común. Es decir, si suponemos la existencia del lenguaje privado esto nos conduciría al problema del solipsismo.
Palabras clave: Wittgenstein, lenguaje privado, Russell, datos sensoriales, solipsismo, lenguaje común.
Abstract. In this essay, I will outline the main arguments that Wittgenstein offers in his Philosophical Investigations against the existence of private language. Wittgenstein’s thesis is, first, that it is not possible for a private language to exist because sensory data cannot be named, and second, Wittgenstein argues that the inner world of consciousness is not relevant to the common language. Because of this, Wittgenstein tries to show that, even assuming that a private language could exist, we could not explain the passage from the private to the common, that is, if we assume the existence of private language this would lead to the problem of solipsism.
Keywords: Wittgenstein, private language, Russell, sensory data, solipsism, common language.
En primer lugar, para fines de mayor comprensión, cabe señalar que para Wittgenstein el lenguaje y el pensamiento son lo mismo, no hay una línea divisoria entre ambos, no son dos facultades distintas de la mente. En este sentido, Wittgenstein explica que todos los filósofos anteriores siempre han considerado el lenguaje y el pensamiento como dos cosas distintas, de ahí surgió la extraña idea de la existencia de un lenguaje privado, que es una especie de lenguaje subjetivo que cada persona posee antes de aprender a hablar el lenguaje común —o sea, cualquier idioma—. Sin embargo, Wittgenstein cree que esto es imposible pues no existe pensamiento sin lenguaje y viceversa.
Wittgenstein comienza su argumentación oponiéndose a la tesis de Russell, en la cual sostiene que las sensaciones son completamente privadas y que es posible nombrar los datos sensoriales. Bajo la perspectiva empirista de Russell las expresiones no entran en contacto directo con los objetos, sino con los datos sensoriales. Como los datos sensoriales se refieren a los datos de nuestra conciencia, Russell considera que las sensaciones pertenecen a un ámbito privado y que podemos tener completa claridad sobre éstos, por lo tanto, podemos identificarlos y nombrarlos.
Russell piensa que se puede identificar o delimitar un dato sensorial mediante la “concentración de la atención”. Wittgenstein considera que esto no es posible, pues no contamos con un criterio consistente que nos permita identificar las sensaciones. Wittgenstein se pregunta qué es lo que nos permite distinguir una sensación de otra y llega a la conclusión de que simplemente es el hecho de que creemos que son diferentes. Por lo tanto, no contamos con un criterio de corrección exterior, independiente y objetivo, sino que el criterio de identificación de las sensaciones es subjetivo, es un criterio interno. Esto es lo que Wittgenstein quiere expresar cuando sugiere el ejemplo de la tabla en la imaginación.
Imaginémonos una tabla que existiese sólo en nuestra imaginación; algo así como un diccionario. Mediante un diccionario se puede justificar la traducción de una palabra X por una palabra Y. Pero ¿debemos también decir que se trata de una justificación cuando esta tabla sólo se consulta en la imaginación? —‘Bueno, entonces es precisamente una justificación subjetiva’—. Pero la justificación consiste, por cierto, en apelar a una instancia independiente.1
En este sentido, Wittgenstein señala que, mientras que tenemos criterios claros para diferenciar las cosas exteriores en el mundo físico —criterios de identidad—, lo cual posibilita la referencia, el acto de nombrar, sin embargo, no podemos trasladar nuestro modelo para nombrar cosas exteriores a la interioridad de la conciencia, puesto que los objetos de la conciencia no son objetos físicos. Además, Wittgenstein piensa que lo que hace posible que podamos hablar de los datos sensoriales es el lenguaje común y no el lenguaje privado. El vocabulario para nombrar las sensaciones es parte del lenguaje común, pues en el lenguaje ordinario tenemos un vocabulario de sensaciones que efectivamente habla sobre lo que sucede en el interior de la conciencia, aunque es claro que hay una permeabilidad entre lo interno y lo externo, y esta permeabilidad es la que permite que exista un lenguaje común. Esto es lo que Wittgenstein expresa con la siguiente reflexión.
“¿Qué razón tenemos para llamar a ‘S’ el signo de una sensación? Pues ‘sensación’ es una palabra de nuestro lenguaje común, no de uno inteligible para mí solo. El uso de esta palabra necesita, pues, una justificación que todos entiendan.”2
Así, Wittgenstein llega a la conclusión de que las sensaciones no son absolutamente privadas. Sin embargo, Wittgenstein explica que la razón de que anteriormente no se haya cuestionado la privacidad de las sensaciones es que se consideraba que era un hecho innegable. En este sentido, Wittgenstein señala que la proposición “mis sensaciones son privadas” es equiparable a otras proposiciones que tradicionalmente han sido consideradas como proposiciones a priori, en tanto que aparentan ser necesarias porque resulta imposible pensar su contrario. Según Wittgenstein, estas proposiciones se han usado de manera ilícita al afirmarse como proposiciones empíricas, esto es, como proposiciones que realmente dicen algo sobre el mundo, cuando en realidad son proposiciones gramaticales, en tanto que se limitan a explicar el uso de las palabras.3 Por esta razón, Wittgenstein propone pasar del sentido metafísico que se ha atribuido a esas expresiones, a su uso cotidiano.
Cabe señalar que, en este punto, Wittgenstein coincide con Quine en que el significado de las expresiones es su uso, por lo que no hay proposiciones propiamente analíticas cuya validez sea independiente de la experiencia.
Según Quine, es obvio que la verdad en sentido general depende a la vez del lenguaje y del hecho extralingüístico [...], parece a continuación razonable que en algunos enunciados la componente fáctica se considere nula; y éstos son los enunciados analíticos. Pero, por razonable que sea todo eso a priori, sigue sin trazarse una línea separatoria entre enunciados analíticos y enunciados sintéticos. La convicción de que esa línea debe ser trazada es un dogma nada empírico de los empiristas, un metafísico artículo de fe.4
Lo que Quine quiere decir es que no hay ningún fundamento claro que brinde la universalidad y necesidad características de los enunciados analíticos, por lo que, al igual que Wittgenstein, considera que no hay una distinción real entre enunciados empíricos y enunciados analíticos.
Por otro lado, respecto del problema del solipsismo al que conduce el lenguaje privado, Wittgenstein plantea dos ejemplos que resultan sumamente esclarecedores; uno acerca del color rojo y otro respecto a un escarabajo en una caja. En primer lugar, Wittgenstein nos plantea una situación en la que cada persona tiene un escarabajo en una caja; no pueden ver lo que hay en las cajas de los demás, pero suponen, por un lado, que lo que hay en las demás cajas es lo mismo que en la suya, y, por otro lado, suponen que saben perfectamente lo que es un escarabajo. Esta es una analogía de lo que sucedería con las sensaciones si fueran absolutamente privadas, pues jamás podríamos tener la seguridad de que hablamos sobre las mismas sensaciones —puesto que no podemos ver las sensaciones de los otros—, sólo podríamos suponerlo. Es lo mismo que sucede en el ejemplo que propone Wittgenstein sobre el color rojo, pues si la sensación de “rojo” que cada quien experimenta es privada, entonces tendríamos por un lado lo que sería el color rojo como propiedad objetiva de las cosas, y, por otro lado, el color rojo como sensación particular en cada persona, y en este último caso, no tendríamos forma de asegurar que nuestra sensación de “rojo” es la misma que la de las demás personas, por lo que no podríamos saber si al hablar sobre “rojo” estamos hablando sobre lo mismo.
El punto importante es que Wittgenstein considera que el mundo interior de la conciencia no es relevante para el lenguaje, pues jamás podremos tener una garantía segura para corroborar lo absolutamente privado. En palabras de Wittgenstein: “La cosa que hay en la caja [los datos de la conciencia] no pertenece en absoluto al juego del lenguaje, ni siquiera como un algo, pues la caja podría estar vacía”.5
De esta forma, Wittgenstein concluye que es imposible pasar de un lenguaje privado a un lenguaje público, pues el lenguaje de entrada está en lo público, “el lenguaje es común y social de principio a fin”.6 Wittgenstein piensa que el lenguaje no se puede quedar en lo privado, tampoco nace en lo privado y después pasa a lo público, pues la significación del lenguaje depende del lenguaje común, de las convenciones acerca del uso de las palabras.
Finalmente, Wittgenstein se esfuerza en hacer notar que no está defendiendo una postura conductista, ya que no niega que exista el mundo interno de la conciencia, ni niega que este sea relevante, pues, a fin de cuentas, Wittgenstein reconoce que lo importante es la sensación que experimenta la persona —dolor, alegría, tristeza, etc.—, y no la expresión de la sensación ni el vocabulario sobre la sensación. Lo que critica Wittgenstein es que tengamos que decidir —bajo una perspectiva objeto–designación— si nos referimos a objetos internos o externos, pues este problema es absurdo.
Así, Wittgenstein concluye que la paradoja desaparece cuando renunciamos a la perspectiva objeto–designación, pues entonces ya no nos vemos obligados a elegir a qué refieren las sensaciones, si a lo interno o a lo externo, ni a elegir entre la postura conductista o la solipsista. En este sentido, Wittgenstein señala que sólo está rechazando la gramática sobre las sensaciones que se quiere imponer.7
Fuentes documentales
Willard, Quine, Dos dogmas del empirismo en Valdés, Luis, La búsqueda del significado, Tecnos, Madrid, 2005.
Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones filosóficas, Altaya, Barcelona, 1999.
1 Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, Altaya, Barcelona, 1999, p.79.
2 Idem.
3 Ibidem, p.77.
4 Quine Willard, Dos dogmas del empirismo en Luis Valdés, La búsqueda del significado, Tecnos, Madrid, 2005, p.259.
5 Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, p.85.
6 Ibidem, p.86.
7 Idem.