Metanoia | Núm. 3 | Texto literario

Cadáver incorrupto


VIVIENNE CAMILLE*

Foto: ekina1, Depositphotos

* Estudiante de tercer semestre de Creative Writing, Oxford University. Correo: camillebellev@gmail.com

El monstruo de mi ira está enterrado,

Envuelto en lino, como el cuerpo de Cristo,

No entre roca, no cerca de ser santificado—

Yace bajo la superficie y envuelto en cadenas,

Más profundo que la tierra,

y lo que se arrastra debajo de ella.

Pútrido.

Más que los cadáveres,

Más que la larva que los engulle.

Yace dentro de mi cuerpo,

Entrelazado con mis entrañas,

Para nadie más que yo.

Ninguna mano que no sea mía—

Salpicada en su tósigo—

Puede alcanzarlo,

Sentirlo, desmadejarlo.

Cada solsticio o luna llena,

Desgarro y araño,

Poseída por el monstruo, por la esencia que lo creó.

Con la punta de mis uñas

Disparejas y pintadas,

Escarlata y carmesí,

el color de las vísceras enredadas.

Tiro y jalo,

Deshilo hasta que lo encuentro,

Hasta que lo huelo,

Fétido como mi sangre, como mi lengua.

La lengua que aprendí a morder,

La ira en ella que aprendí a tragar,

Antes de que aprendiera a hablar.

A veces brilla,

Verde como el radio,

Como el veneno que nada por mi cuerpo.

Lo conozco bien,

El veneno,

Lo recibo con agrado mientras baja,

Espeso como miel y ardiendo con odio.

Siempre ha existido,

Nunca se ha ido.

Lo odio.

No al monstruo,

No a mi odio,

No a mi sangre, más veneno que crúor.

¿A mí?

¿Soy yo a quien odio?

Por tragar el veneno,

Por dejar que quemara un agujero,

Que atravesara mi carne,

Gota tras gota,

Hasta llegar a mi núcleo.

¿Soy yo a quien odio?

Por alimentar al monstruo,

Por crearlo,

Por llamar a la agonía que consume mi juicio,

Por nombrarla como mía,

Mientras inhalo, mientras exhalo,

Entre gritos que queman.

Entre lágrimas que descomponen la carne que humedecen.

Entre súplicas,

Por la misericordia que nunca tuve por mí misma,

Por la bondad que nunca le di a aquella niña.

¿Es a mi madre?

¿Es a ella a quien odio?

Por enseñarme,

Con su actuar y respirar,

A tragar la ira,

A esconder lo horrendo y mantenerlo en mis entrañas.

¿O es a su madre?

¿Y a la de su madre antes?

¿Y a la de ella antes?

Por enseñarles lo mismo,

Por mostrarles cómo sonreír

y disfrutar el sabor de su lengua,

El veneno en ella.

¿Es a él?

¿A la sangre de la que heredé la maldición y la ira,

las palabras de las que el veneno se alimenta?

Hiedra verde, seca y espesa,

Envuelta en mi médula ósea, y creciendo—

Drenando mis venas, y creciendo,

Siempre creciendo

Un árbol de hueso y espina,

Devorando toda criatura viviente y a su alcance.

¿Puedo culpar al veneno, si es mío?

¿Puedo culpar al odio, si es mío?

¿Puedo culpar a la ira, si es mía?

Tan mía como mi sangre,

La sangre que he vuelto verde con mi veneno.

Escarbo y corto,

y encuentro al monstruo.

Veo sus garras,

Disparejas y pintadas,

Escarlata y carmesí,

y las reconozco

Como reconozco mi ira,

Y el sabor fétido de mi sangre

Me acerco a las heridas abiertas,

Y paso mi lengua sobre ellas,

La sangre quema mi lengua,

Desciende por mi garganta y arde al bajar.

Siento el sabor de mi sangre corrompida,

Medio dulce,

Y medio amarga.

Siento el odio,

Y por primera vez,

Lo reconozco

Como reconozco el ardor de mi veneno,

El patrón de mis entrañas.

La forma en la que el hueso se desgasta.

Es el coro de voces,

Retumbando en mis venas,

Son las palabras,

Talladas en mi vértebra:

Muérdete la lengua, eres una novia,

Cubre tu cuerpo, eres una virgen.

Traga el enojo, eres una santa.

No grites, no hables, no sientas, eres una madre.

Oh, pero soy una mujer.

No. Eres una novia, una madonna

Eres una madre y una novia.

Traga el veneno,

Y ve cómo se descompone el cuerpo.

Las entrañas, el hueso,

La carne, los sesos,

Pero no el rostro,

Nunca la piel, ni la curva del cuello.

Nunca lo que vemos,

Sólo lo que sientes.

Parpadeo dos veces,

Trago las palabras,

Y veo cómo se deslizan.

A través del agujero que crearon,

Se filtran a mi carne.

Soy la madonna, no el alma.

Soy la madre, no el corazón.

Soy la carne y su belleza

Lo odio—

Soy una mujer,

Un cadáver sin un cuerpo putrefacto.

Soy una mujer,

La vasija adornada, no el alma.

Soy una mujer,

y por eso,

no un corazón retumbante.